El componente cultural y social del café está profundamente arraigado en las comunidades que lo producen, transforman y consumen. Comunidades productoras, la industria del tueste, la colectividad de baristas y los consumidores finales ven construir formas de ver y hacer en el mundo en torno al café; prácticas cotidianas, relaciones sociales y valores compartidos se integran y generan, a su vez, estructuras que ordenan y definen el mundo en que se desenvuelven.
Para caficultores y caficultoras, el café es mucho más que una simple labranza, es tradición familiar, es legado, es forma de vida al mismo tiempo que es figura de innovación, tecnologización y foco de desarrollo. Solemos caricaturizar la producción de café como esa transmisión “de generación en generación” que crea una identidad colectiva arraigada en la tierra y en las prácticas agrícolas ancestrales, en donde los y las trabajadoras replican aprendizajes añosos para obtener el mejor fruto posible. Sin embargo, es misión replantear ese imaginario y comprender que es a través del trabajo diario en donde el conocimiento y las habilidades se comparten y perfeccionan continuamente incrementando así el acervo de conocimiento y mudando paulatinamente, ese conocimiento desde la tradición al conocimiento técnico y científico.
Los trabajadores y trabajadoras de la tierra se identifican con su producto de manera íntima, viendo en cada cosecha de café una extensión de su esfuerzo, dedicación y aprendizaje. Este vínculo profundo no solo define quiénes son, sino también cómo se perciben dentro de sus comunidades y frente al mundo exterior. El sentido de pertenencia y orgullo asociado con la producción de café refuerza la cohesión social y cultural, estableciendo una identidad compartida que se manifiesta no tan solo en festividades, rituales y prácticas comunitarias, sino que también en seguridad y nuevas estrategias de vinculación comercial para con el mundo entero.
La cooperación entre caficultores es otro aspecto crucial en la construcción de su identidad. Las cooperativas y asociaciones de productores no solo facilitan el acceso a mercados y recursos, sino que también fortalecen los lazos sociales y el sentido de comunidad. Estas organizaciones proporcionan una plataforma para la comunicación y la toma de decisiones colectivas, promoviendo valores de solidaridad y apoyo mutuo. La identidad del caficultor también está influenciada por el reconocimiento y la visibilidad en el mercado global. Las certificaciones de comercio justo y las denominaciones de origen juegan un papel importante al validar, celebrar y potenciar las prácticas tradicionales y sostenibles. Este reconocimiento internacional refuerza el sentido de dignidad y valor de los productores, contribuyendo a una identidad positiva y empoderadora.
El traspaso del testimonio, tal cual como en una carrera de relevos, queda ahora en las manos de quien tueste ese grano. Por su parte, tostadores y tostadoras construyen su entorno identitario desde su robusto conocimiento técnico y práctico, así como desde los parámetros de su propia sensibilidad gustativa y la hoy necesaria capacidad y necesidad de experimentar e innovar. Cada profesional del tueste desarrolla un estilo único, una firma que se reconoce en el perfil de taza de su café. Este proceso creativo refuerza su identidad profesional y personal, diferenciándoles en un mercado cada día más competitivo. La narrativa del tostador incluye no solo su habilidad técnica, sino también la necesaria conexión con los productores y su compromiso con la calidad y la sostenibilidad.
En el mercado de distribución ideal, tostadores establecen relaciones directas con los caficultores, participando en prácticas de comercio directo que benefician a ambas partes. Esta interacción no solo asegura una calidad definida y conocida del producto, sino que también crea un sentido de responsabilidad compartida y respeto mutuo. La identidad del tostador se enriquece a través de estas conexiones, reflejando un compromiso con la trazabilidad y la ética en la cadena de suministro. La identidad profesional de las y los tostadores también está influenciada y reforzada por la comunidad de colegas y clientes, sean del tamaño que sean. La comunicación entre distintas esferas de la cadena productiva genera espacios de diálogo necesarios para una interacción mediada no solo desde lo económico, sino que también desde lo humano, lo social y lo cultural.
Probablemente, el intermediario más relevante en la cadena de producción, responsable concreto de encantar al consumidor final es la colectividad de baristas. Son todas personas responsables de, a través de la precisión y el arte, crear experiencias sensoriales de tal magnitud que involucren el interés personal del cliente en la bebida. La formación y el conocimiento son elementos esenciales en la conformación de identidad del barista. Programas de certificación, cursos de todo nivel, capacitaciones en servicio y una larga lista de temas importantes en el rubro de la atención y hospitalidad, son las que generan habilidades y un reconocimiento profesional que eleva el estatus de estos trabajadores desde lo técnico hasta incluso potenciar mejoras en puntos tan importantes como lo son la autoestima y las posibilidades reales de ascenso en la carrera del café.
El barista también actúa como un narrador, quizás una de sus herramientas más relevantes, ya que es la persona encargada de compartir el camino completo recorrido por el café que sirve, tocando puntos claves de los modos de producción y tueste, o en otras palabras, articulando elementos identitarios de cada una de las etapas previas a la taza, conectando a los consumidores con la cadena de valor del café. Al hacerlo, los baristas ayudan a construir una identidad compartida que valora la calidad, la ética y el oficio. Las cafeterías se convierten en espacios donde se forjan relaciones sociales, se comparten ideas y se cultiva una cultura del café. La identidad del barista está íntimamente ligada a la atmósfera de la cafetería y a la experiencia que ofrece a los clientes, destacando su papel como embajadores culturales del café.
Para muchos consumidores, el café es más que una bebida; es un ritual diario que estructura su rutina y proporciona un momento de pausa y reflexión. Este ritual es un componente clave en la construcción de la identidad personal, ofreciendo un espacio de confort, libertad, seguridad y, muchas veces también, familiaridad. El acto de tomar café se convierte en una expresión de identidad, una declaración de gustos y valores, de principios y formas de vivir en el mundo. Los consumidores eligen cafés de origen único, orgánicos o de comercio justo no solo por su sabor, sino también por lo que representan. Estas elecciones reflejan una identidad consciente y comprometida con ciertos principios éticos, políticos y, evidentemente, sociales.
La comunicación efectiva entre todos los actores de la cadena de valor del café es crucial para fortalecer la identidad colectiva y promover prácticas sostenibles y éticas. Fomentar el diálogo y la cooperación entre productores, tostadores, baristas y consumidores puede ayudar a compartir conocimientos y experiencias, mejorar la transparencia y construir relaciones de confianza. La educación y la conciencia sobre la producción y el consumo de café son esenciales para fortalecer la identidad y los valores en la industria. Programas educativos que aborden temas como la sostenibilidad, la justicia social y la calidad del café pueden empoderar a todos los actores de la cadena de valor y promover prácticas más conscientes y responsables. Celebrar la diversidad y la riqueza cultural del café es una forma de reforzar la identidad colectiva y valorar las contribuciones de todos los involucrados. Eventos, ferias y actividades culturales que destaquen las diferentes tradiciones y prácticas del café pueden fomentar un sentido de orgullo y pertenencia, al mismo tiempo que educan e inspiran a las comunidades.
Apoyar iniciativas locales y globales que promuevan la justicia social, la sostenibilidad y la calidad en la industria del café es una forma de fortalecer la identidad y los valores compartidos. Estas iniciativas pueden incluir programas de certificación, proyectos comunitarios y esfuerzos de cooperación internacional que beneficien a todos los actores de la cadena de valor del café. La identidad en torno al café es un fenómeno complejo y multifacético que abarca desde la producción y transformación hasta el consumo y la apreciación. Al celebrar y fortalecer estas identidades, no solo enriquecemos nuestra experiencia del café, sino que también promovemos una industria más justa, sostenible y consciente.